La fabricación del iPhone en Estados Unidos ha sido un tema recurrente en el debate tecnológico y económico durante más de una década. A pesar de las iniciativas políticas que han buscado incentivar la producción local, Apple ha mantenido su postura de que trasladar la producción de su emblemático dispositivo a territorio estadounidense es inviable. Tim Cook, CEO de Apple, ha expuesto en múltiples ocasiones que los obstáculos no son únicamente económicos, sino que también están relacionados con la infraestructura y la disponibilidad de mano de obra calificada.
Uno de los puntos más destacados por Cook es que China no es simplemente un país con mano de obra barata, sino que se ha convertido en un centro de habilidades avanzadas y especialización. En una intervención en el Fortune Global Forum en 2017, Cook enfatizó que la razón por la que Apple elige producir en China no es el costo de la mano de obra, sino la concentración de trabajadores altamente capacitados. Según sus palabras, «en Estados Unidos, si reúnes a todos los ingenieros de herramientas, no creo que pudieras llenar una habitación. En China podrías llenar varias canchas de fútbol».
La falta de ingenieros calificados en EE.UU. se presenta como un obstáculo significativo para la producción local del iPhone. Cook subraya que la concentración de trabajadores con habilidades avanzadas en el manejo de maquinaria de precisión es uno de los principales factores que explican por qué la producción del iPhone permanece en Asia. La diferencia en la disponibilidad de ingenieros especializados entre ambos países es notable y afecta directamente la capacidad de Apple para mantener sus estándares de calidad.
Además, la existencia de una red de proveedores concentrados geográficamente en Asia es otro factor crucial. Estos proveedores no solo dominan técnicas de manufactura avanzadas, sino que también operan en entornos optimizados para la producción a gran escala. En contraste, replicar este modelo en EE.UU. sería un desafío monumental. La infraestructura industrial necesaria para soportar una producción masiva de iPhones simplemente no está disponible en el país.
El costo de producir un iPhone en EE.UU. también es un tema de preocupación. Según el analista Jeff Fieldhack, ensamblar un iPhone en territorio estadounidense podría resultar entre cuatro y cinco veces más caro que hacerlo en China. Este aumento de costos se debe a varios factores, incluyendo salarios más altos, precios de materias primas y la falta de economías de escala que se encuentran en Asia. Algunos análisis sugieren que el costo de fabricación en EE.UU. podría elevarse entre 400 y 850 dólares, lo que llevaría el precio final del dispositivo a cifras cercanas a los 2,000 o 2,300 dólares por unidad.
Steve Jobs, cofundador de Apple, también abordó esta problemática antes de su fallecimiento en 2011. En una conversación con el entonces presidente Barack Obama, Jobs mencionó que la escasez de trabajadores calificados en manufactura era un obstáculo estructural. Según el biógrafo Walter Isaacson, Jobs afirmó que «simplemente, no puedes encontrar tantas personas para contratar en los Estados Unidos». Además, identificó la falta de una infraestructura industrial adecuada como otro impedimento para la producción local.
Desde su lanzamiento en 2007, el iPhone ha dependido de una cadena de suministro global que combina proveedores de componentes, ensambladores y trabajadores especializados, casi todos ubicados en Asia. Cambiar este modelo implicaría una transformación profunda en la estrategia logística y de producción de la compañía. A pesar de las presiones políticas y los intentos por fomentar una «repatriación» de la manufactura, tanto las declaraciones de Tim Cook como las de Steve Jobs indican que las condiciones necesarias para fabricar el iPhone en EE.UU. no están dadas.
Los obstáculos que enfrenta Apple van más allá de los costos; se trata de una ausencia estructural de capacidades técnicas, infraestructura y escala productiva. La compañía ha construido una cadena de suministro que ha evolucionado y perfeccionado a lo largo de los años, y cualquier intento de trasladar esa producción a EE.UU. requeriría no solo una inversión significativa, sino también un cambio cultural en la formación y capacitación de la fuerza laboral.