La sanidad pública en España enfrenta una crisis que se ha intensificado en los últimos años, evidenciada por las manifestaciones que recorren el país cada fin de semana. Los ciudadanos expresan su descontento no solo por las deficiencias del sistema, sino también por la falta de confianza en que las administraciones estén tomando medidas efectivas para resolver la situación. Aunque el último Barómetro Sanitario del Ministerio de Sanidad otorgó una calificación de 6,3 al sistema, es probable que esta cifra se desplome debido a la percepción generalizada de que la atención sanitaria está en declive.
La realidad es que, si bien el sistema público puede ser crucial en situaciones de emergencia, la mayoría de los ciudadanos requieren atención regular y no solo intervenciones críticas. Este modelo, que ha funcionado durante décadas, parece estar agotado y necesita una transformación integral. La financiación es un aspecto clave, pero no es suficiente; se requiere un enfoque estratégico que contemple cómo se gastará ese dinero.
Los expertos coinciden en que el sistema actual no está preparado para afrontar el aumento de la demanda, que se prevé que crezca un 20% en la próxima década. La atención hospitalaria, que ha sido el pilar del sistema, no puede seguir siendo la única opción, especialmente con el envejecimiento de la población y el incremento de enfermedades crónicas. Actualmente, un tercio de los españoles vive con alguna enfermedad crónica, lo que plantea un desafío significativo para la atención sanitaria.
La pandemia de COVID-19 trajo consigo una serie de cambios inesperados en la gestión sanitaria, permitiendo a los equipos tomar decisiones organizativas que antes estaban restringidas por la burocracia. Esta descentralización podría ser un modelo a seguir en el futuro, promoviendo la atención domiciliaria y la detección telemática. Además, es crucial mejorar las condiciones laborales de los profesionales de la salud, quienes enfrentan una carga de trabajo abrumadora y una alta rotación de personal.
Rafael Bengoa, un reconocido experto en salud pública, presenta tres posibles escenarios para el futuro del sistema sanitario. El primero es un enfoque de racionamiento, que limitaría la asistencia a quienes puedan pagar, lo que sería catastrófico. El segundo es una transformación del sistema, que requeriría inversión y un consenso político y sindical. La tercera opción, aunque técnicamente viable, sería privatizar el sistema, lo que llevaría a una desigualdad en el acceso a la atención sanitaria.
En la actualidad, España cuenta con al menos tres tipos de sanidad: la pública, que está en crisis; una privada de bajo costo, que se encuentra en un camino similar; y una sanidad privada de alto costo, que es la única que funciona adecuadamente. La opción más viable es transformar el sistema público, no para eliminar la medicina privada, sino para garantizar que la atención pública sea de calidad y accesible para todos.
Para lograr esto, se sugiere la creación de una Agencia Española de Pensar a Largo Plazo, que se encargue de anticipar problemas y proponer soluciones efectivas. Esta agencia podría obligar a las administraciones a actuar en base a informes vinculantes, evitando que las recomendaciones se queden en el olvido.
La financiación del sistema sanitario es otro aspecto crítico que necesita atención urgente. Durante más de una década, el sistema ha estado infrafinanciado, lo que ha llevado a un deterioro en la calidad de la atención. Sin embargo, el acuerdo político para abordar esta cuestión parece lejano, ya que las comunidades autónomas, muchas de ellas gobernadas por el Partido Popular, no están dispuestas a aceptar la reestructuración de la deuda.
El descontento ciudadano está creciendo, y es importante que los gobiernos escuchen las quejas, ya que muchas de ellas provienen de sus propios votantes. La sanidad no es un tema exclusivo de un espectro político; es un asunto que afecta a todos los ciudadanos, independientemente de su afiliación política. Ignorar este malestar podría tener consecuencias graves para la estabilidad política y social del país.
En resumen, la sanidad pública en España se encuentra en una encrucijada. La necesidad de un cambio es evidente, y las propuestas para transformar el sistema son variadas. Sin embargo, la implementación de estas soluciones requerirá un compromiso político real y una visión a largo plazo que priorice la salud de la población por encima de los intereses partidistas.