En los últimos años, el panorama laboral en España ha sido objeto de análisis y debate, especialmente en lo que respecta a la relación entre la productividad de los trabajadores y los salarios que reciben. A pesar de que la productividad ha mostrado un crecimiento moderado, los salarios reales han permanecido estancados, lo que ha generado una preocupación creciente entre economistas y trabajadores por igual.
**Causas del Estancamiento Salarial**
Desde 2007, se ha evidenciado un desajuste significativo entre los precios que los hogares españoles pagan por bienes y servicios y los ingresos que las empresas obtienen por sus productos. Este fenómeno se ha medido a través del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el deflactor del Producto Interno Bruto (PIB). La diferencia acumulada entre ambos indicadores ha alcanzado hasta 10 puntos porcentuales en el periodo comprendido entre 2007 y 2024, con un aumento notable antes de la pandemia de COVID-19.
Este desajuste ha creado una brecha negativa entre el salario real, que refleja la capacidad de compra de los trabajadores, y el coste laboral que las empresas deben asumir. En términos simples, los hogares han visto cómo el costo de vida ha aumentado a un ritmo más acelerado que los ingresos que las empresas generan, lo que ha llevado a un estancamiento en el poder adquisitivo de los trabajadores.
El análisis realizado por economistas como José E. Boscá y Javier Ferri, publicado por Fedea, revela que, aunque la productividad ha crecido un 8,7% hasta 2019, los salarios reales han mostrado una desaceleración en su crecimiento. Esta tendencia se ha mantenido a lo largo de los años, sin que las fases de recuperación económica tras la crisis financiera de 2008 o la pandemia hayan logrado revertir la situación. En 2019, la brecha entre salarios y productividad era de 11 puntos porcentuales en comparación con 2007, y aunque la crisis sanitaria ayudó a reducirla parcialmente, la disparidad persiste.
**Impacto en Diferentes Grupos de Trabajadores**
El estancamiento salarial no ha afectado a todos los trabajadores de manera uniforme. Según datos de la Encuesta de Población Activa, los trabajadores con salarios más bajos han experimentado algunas mejoras en su poder adquisitivo, mientras que aquellos en los tramos salariales más altos han visto una caída significativa en sus ingresos reales. Entre 2009 y 2019, los salarios reales cayeron en todos los deciles, excepto en los dos primeros, donde los trabajadores de menores ingresos lograron un aumento.
Sin embargo, la tendencia se ha revertido en los años posteriores a la pandemia, donde los deciles más altos han sido los más perjudicados, con caídas acumuladas superiores al 3%. Este fenómeno ha sido objeto de preocupación por parte de líderes empresariales y economistas, quienes advierten sobre la posible pérdida de empleo en microempresas y el menor ritmo de crecimiento del mercado laboral.
A pesar del crecimiento de la productividad y el aumento de los costes laborales, la percepción general es que los trabajadores no se han beneficiado de esta expansión económica. La desconexión entre los avances en productividad y el poder adquisitivo de los trabajadores es un problema que afecta a una gran parte de la población trabajadora. El informe de Fedea destaca que, aunque los costes laborales se alinean con la productividad, los salarios reales siguen estancados, lo que genera un panorama laboral preocupante.
El aumento de las cotizaciones sociales, que representan una carga adicional para las empresas, ha contribuido a este estancamiento. Entre 2017 y 2020, las cotizaciones sociales crecieron un 14%, lo que, lejos de mejorar las condiciones salariales de los trabajadores, ha resultado en un estancamiento de su poder adquisitivo. Esto ha llevado a una situación en la que, a pesar de que se produce más, los trabajadores no ven reflejado ese aumento en sus salarios.
La situación actual plantea un desafío significativo para el futuro del mercado laboral en España. La necesidad de abordar esta brecha entre productividad y salarios es urgente, ya que afecta no solo a la calidad de vida de los trabajadores, sino también a la estabilidad económica del país en su conjunto. Las políticas públicas y las estrategias empresariales deberán enfocarse en cerrar esta brecha para garantizar un crecimiento sostenible y equitativo que beneficie a todos los sectores de la sociedad.