La situación económica de los jóvenes en España se ha convertido en un tema de creciente preocupación. A pesar de ser considerados la generación más preparada de la historia, los jóvenes españoles enfrentan un panorama desolador en términos de salarios, acceso a la vivienda y acumulación de patrimonio. Este artículo explora las dificultades que enfrentan los Millennials y la Generación Z en un contexto económico que parece cada vez más hostil.
**La Brecha Salarial Intergeneracional**
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan que el salario medio anual en España en 2023 fue de 28.049 euros. Sin embargo, este promedio dista mucho de lo que realmente perciben los trabajadores jóvenes, especialmente aquellos que están en las primeras etapas de su vida laboral. Un joven de hoy en día gana, de media, un 20% menos que lo que cobraban sus padres a la misma edad, incluso considerando la inflación. Esta brecha se amplía aún más para aquellos que están altamente cualificados, ya que el 36% de los jóvenes trabaja en empleos que no requieren su título académico.
La situación se complica al comparar los salarios españoles con los de otros países europeos. Mientras que el salario medio de la Unión Europea se sitúa en 37.863 euros anuales, potencias como Alemania, Francia o Dinamarca superan los 50.000 euros. En contraste, España e Italia se encuentran por debajo de la media continental, lo que agrava la percepción de precariedad entre los jóvenes. A pesar de que el salario mínimo interprofesional ha aumentado en más de un 50% en los últimos siete años, el 35% de quienes logran emanciparse lo hacen con ingresos inferiores a este umbral.
**El Sueño de la Independencia Económica**
La dificultad para acceder a la vivienda se ha convertido en un obstáculo insuperable para muchos jóvenes. La tasa de emancipación en España es la más baja desde 2006, con solo un 14,8% de los jóvenes viviendo de manera independiente. Para poder comprar una vivienda, un joven necesita ahorrar durante 16 años el 20% de su sueldo anual solo para reunir el dinero suficiente para cubrir la entrada. Esto ha llevado a muchos a renunciar a la vida independiente o a destinar la mayor parte de sus ingresos a pagar alquileres exorbitantes.
El precio medio del alquiler ha aumentado un 12,2% solo en el primer trimestre de 2025, lo que hace que la vivienda, lejos de ser un refugio asequible, se convierta en un lujo. Una encuesta reciente del Banco de España muestra que más del 81% de los nacidos entre 1945 y 1965 alcanzaron la propiedad de una vivienda antes de los 42 años, mientras que solo el 67% de quienes nacieron entre 1975 y 1985 han logrado lo mismo. Este porcentaje disminuye aún más entre los menores de 40 años, lo que pone de manifiesto la creciente dificultad para acceder a una vivienda digna.
**El Mercado Laboral y la Crisis Patrimonial**
El mercado laboral también presenta desafíos significativos. La tasa de desempleo juvenil en España se sitúa en el 24,7%, la más alta de toda la Unión Europea. Además, seis de cada diez jóvenes universitarios se ven obligados a aceptar trabajos que no requieren su titulación, lo que genera un desgaste psicológico y frustración al no poder poner en valor su esfuerzo y años de formación. Las condiciones laborales son precarias, con una alta rotación entre empresas y sectores, lo que dificulta la estabilidad y el desarrollo profesional.
La Encuesta Financiera de las Familias, elaborada por el Banco de España, revela un estancamiento salarial y un recorte profundo en la riqueza neta de los jóvenes. Mientras que las generaciones nacidas en torno a 1960 acumulaban más de 200.000 euros de riqueza neta mediana a los 45 años, las nacidas en torno a 1980 apenas superan los 107.000 euros. La mayoría de los menores de 40 años acumula menos patrimonio, más deudas y menos propiedades, lo que convierte la tenencia de una vivienda en propiedad en una excepción en lugar de una norma.
La desigualdad intergeneracional se agrava, ya que mientras los mayores preservan y amplían su patrimonio, las nuevas generaciones ven cómo se reduce su capacidad de ahorro e inversión a largo plazo. El contexto global, marcado por el alza de la inflación y el encarecimiento de los precios, añade más incertidumbre a las aspiraciones de una juventud que se siente más pobre y con menos futuro que la generación anterior. En este escenario, la movilidad social, que alguna vez fue un pilar de la sociedad, se desdibuja, generando desmotivación y una posible fuga de talentos hacia otros países donde las oportunidades sean más favorables.