La identificación de trastornos de salud mental en niños y adolescentes se ha vuelto un desafío significativo, especialmente en el contexto actual. La depresión y la ansiedad, que en adultos se manifiestan a menudo como tristeza y desgano, en los jóvenes pueden presentarse de maneras más sutiles, como irritabilidad, aislamiento y cambios en los hábitos de sueño y alimentación. Esta diferencia en la manifestación de síntomas ha llevado a que muchos adultos subestimen los signos de alerta, etiquetando a los jóvenes como simplemente problemáticos o de mal carácter.
En Argentina, el aumento de consultas por problemas de salud mental en adolescentes ha sido notable. Según datos del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, las consultas por cuadros depresivos en jóvenes han aumentado un 30% entre 2023 y 2024. Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, sino que se refleja a nivel global, donde la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que uno de cada siete jóvenes entre 10 y 19 años padece un trastorno mental, representando el 15% de la carga mundial de enfermedad en este grupo de edad.
Los efectos de la pandemia de COVID-19 han exacerbado esta situación. Muchos jóvenes que experimentaron largos períodos de aislamiento social y la falta de interacción con sus pares durante momentos críticos de su desarrollo, como la pubertad, están ahora enfrentando las consecuencias de esa falta de socialización. El informe del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas también destaca un aumento en los intentos de suicidio entre adolescentes y adultos jóvenes, lo que subraya la gravedad de la crisis de salud mental.
Los síntomas de la depresión en adolescentes pueden incluir aislamiento social, cambios en la relación con sus padres, desinterés en actividades previamente disfrutadas, fluctuaciones en el peso, problemas de sueño y alteraciones en el estado de ánimo. En los niños más pequeños, los síntomas pueden manifestarse como irritabilidad, baja tolerancia a la frustración y comportamientos impulsivos. Esta variabilidad en la presentación de los síntomas puede dificultar el diagnóstico y tratamiento adecuado.
Los factores que contribuyen al desarrollo de trastornos emocionales en adolescentes son diversos. La violencia en el hogar, el bullying, las presiones sociales y las dificultades económicas son solo algunos de los elementos que aumentan la vulnerabilidad de los jóvenes. La psiquiatra infanto-juvenil Silvia Ongini enfatiza que el estigma asociado a los trastornos mentales sigue siendo un obstáculo significativo para que los adolescentes busquen y reciban el tratamiento que necesitan. Es crucial que tanto las familias como los entornos escolares estén atentos a los cambios en el comportamiento de los jóvenes para poder intervenir a tiempo.
La presión social, especialmente a través de las redes sociales, también juega un papel importante en la salud mental de los adolescentes. La búsqueda constante de validación a través de “likes” y comentarios en plataformas como Instagram y TikTok puede afectar la autoestima de los jóvenes, desencadenando trastornos como la depresión y la ansiedad. La psiquiatra Geraldine Peronace destaca que la exposición prolongada a las pantallas puede tener efectos negativos en el bienestar psicológico de los adolescentes, lo que hace que la educación sobre el uso responsable de las redes sociales sea fundamental.
Los especialistas coinciden en que es esencial que los padres y cuidadores estén atentos a los signos de alerta y busquen apoyo profesional cuando sea necesario. Un entorno familiar y social de apoyo puede marcar una diferencia significativa en el bienestar emocional de los jóvenes. La OMS advierte que las consecuencias de no abordar los problemas de salud mental en la adolescencia pueden extenderse a la edad adulta, afectando tanto la salud física como la mental y limitando las oportunidades de llevar una vida plena.
En resumen, el aumento de las consultas por depresión y ansiedad en adolescentes en Argentina refleja una crisis de salud mental que requiere atención urgente. La identificación temprana de los síntomas y la intervención adecuada son cruciales para ayudar a los jóvenes a navegar por estos desafíos y promover su bienestar emocional.