La brecha generacional se ha convertido en un tema recurrente en las conversaciones sobre economía y bienestar social. Aquellos que nacieron en las décadas de 1980 y 1990 enfrentan desafíos económicos que sus predecesores nunca imaginaron. Con salarios más bajos, una capacidad de ahorro limitada y un acceso restringido a la vivienda, esta generación se encuentra en una situación precaria que contrasta drásticamente con la de sus padres. Según un estudio reciente, a los 42 años, los jóvenes de hoy han acumulado solo un tercio de la riqueza que tenían las generaciones anteriores a su misma edad.
La situación económica actual no es solo una cuestión de percepción; los datos son contundentes. La generación de los 60 disfrutó de un periodo de crecimiento robusto, impulsado por la entrada de España en la Unión Europea, lo que les permitió acumular riqueza y estabilidad. En cambio, los nacidos entre 1986 y 1995 han vivido en un entorno de crecimiento lento, marcado por la crisis financiera de 2008. Luis Guirola, profesor de la Universidad de Barcelona, destaca que hay un «gap» significativo entre las generaciones, lo que se traduce en una desigualdad económica palpable.
### Ingresos y Patrimonio: Un Análisis Comparativo
Los datos sobre ingresos son igualmente alarmantes. Aquellos nacidos entre 1976 y 1985 ganan, en promedio, un 10-15% menos que sus mayores a la misma edad. Por ejemplo, mientras que un cabeza de familia de la generación de los 60 podía ganar 42,000 euros anuales a los 36 años, sus homólogos de los 80 y 90 apenas alcanzan los 37,000 euros. Esta diferencia no solo refleja la evolución del mercado laboral, sino también las distintas fases de desarrollo económico que han vivido estas generaciones.
La acumulación de patrimonio es otro aspecto crítico que resalta la desigualdad. A los 42 años, la riqueza de los mayores es más del doble que la de los jóvenes. Esto se debe a que la generación de los 60 tuvo acceso a viviendas a precios razonables y condiciones de crédito favorables, lo que les permitió invertir y acumular riqueza. En contraste, los jóvenes de hoy enfrentan un mercado inmobiliario inflacionado y requisitos de crédito que dificultan la compra de una vivienda. La situación se agrava aún más por el hecho de que muchos jóvenes deben destinar gran parte de sus ingresos al alquiler, lo que les deja poco margen para el ahorro.
Guirola explica que la percepción de empobrecimiento está exacerbada por la inflación, que afecta la vida cotidiana de las personas. Cada vez que se incrementa el precio de un producto básico, la sensación de pérdida de poder adquisitivo se intensifica. Esto se traduce en una lucha constante por llegar a fin de mes, lo que limita las oportunidades de inversión y ahorro para las generaciones más jóvenes.
### El Impacto de la Crisis de 2008 y el Mercado Inmobiliario
La crisis financiera de 2008 marcó un punto de inflexión en la vida de muchos jóvenes. Aquellos que ingresaron al mercado laboral durante este periodo se encontraron con un panorama desolador: escasez de empleo, salarios bajos y un mercado inmobiliario en crisis. A diferencia de sus padres, que pudieron beneficiarse de un entorno económico favorable, los millennials y la generación Z han tenido que lidiar con una burbuja inmobiliaria que ha encarecido el acceso a la vivienda.
Guirola menciona que, en comparación con la generación de los 60, los jóvenes de los 80 tienen tasas de propiedad de vivienda 13 puntos porcentuales más bajas. Esto significa que, mientras que sus padres podían permitirse comprar una casa y utilizarla como un activo para acumular riqueza, los jóvenes actuales se ven obligados a vivir de alquiler, lo que limita su capacidad de inversión y ahorro.
Además, el fenómeno de la urbanización ha cambiado drásticamente el panorama. Las grandes ciudades han crecido, atrayendo a más personas en busca de oportunidades laborales, lo que ha incrementado la demanda de vivienda y, por ende, los precios. La historia de aquellos que compraron propiedades en las décadas de los 70 y 80, que ahora valen cientos de miles de euros, contrasta con la realidad de los jóvenes que intentan acceder a un mercado inmobiliario cada vez más inaccesible.
La situación actual plantea interrogantes sobre el futuro de las generaciones más jóvenes. A medida que la economía evoluciona y los ciclos vitales cambian, será crucial observar cómo se desarrollan las condiciones económicas y qué medidas se implementan para abordar esta creciente desigualdad. La lucha por la estabilidad económica y el acceso a la vivienda se ha convertido en un desafío fundamental que define la experiencia de vida de los jóvenes en la actualidad.