La política española ha estado marcada por escándalos y controversias a lo largo de los años, y una de las tácticas más comunes que han utilizado los políticos para evadir la responsabilidad es la negación de la información. Recientemente, el portavoz del PSOE, Patxi López, hizo una declaración que resonó con ecos del pasado, al afirmar: «Yo no leo EL ESPAÑOL». Esta frase, pronunciada en un contexto de creciente presión mediática sobre el Gobierno de Pedro Sánchez, refleja una estrategia que ya fue utilizada por María Dolores de Cospedal en 2013, cuando se enfrentó a preguntas incómodas sobre la corrupción en el Partido Popular (PP). Ambas declaraciones parecen seguir un patrón de evasión que se ha vuelto habitual en la política española.
La técnica del avestruz, que consiste en esconder la cabeza en la arena para evitar enfrentar la realidad, se ha convertido en una herramienta común entre los políticos que se ven acorralados por escándalos. En el caso de Cospedal, su negativa a leer un medio que publicaba información comprometedora sobre el PP fue una forma de desviar la atención de las acusaciones que se cernían sobre su partido. De manera similar, López intenta minimizar la relevancia de las revelaciones sobre el suegro de Sánchez, quien se encuentra en el centro de un escándalo relacionado con saunas y prostíbulos.
### La historia se repite: un ciclo de evasión
El contexto actual recuerda a los días oscuros del PP bajo el liderazgo de Mariano Rajoy, cuando el partido se vio envuelto en el escándalo de los papeles de Bárcenas. En aquel entonces, la publicación de documentos que revelaban una contabilidad B del partido puso en jaque al Gobierno, y Rajoy se vio obligado a comparecer en el Congreso para negar cualquier vínculo con el extesorero. Sin embargo, las pruebas eran contundentes, y la estrategia de atacar al mensajero se convirtió en la respuesta habitual del Gobierno.
Hoy, el PSOE enfrenta un desafío similar. Las revelaciones sobre los negocios de la familia de Pedro Sánchez han llevado a la oposición a exigir explicaciones, y la respuesta del Gobierno ha sido, en muchos casos, descalificar a los medios que publican estas informaciones. La comparación entre las reacciones de ambos partidos ante la presión mediática es ineludible. Tanto el PP como el PSOE han recurrido a la misma táctica de desviar la atención y desacreditar a los medios que informan sobre sus escándalos.
### La manipulación de la información como estrategia
La manipulación de la información y la creación de narrativas que desvíen la atención de los problemas reales son estrategias que han sido utilizadas por ambos partidos a lo largo de los años. En el caso de Cospedal, su negativa a leer un medio que publicaba información comprometedora fue un intento de incitar a sus seguidores a ignorar las acusaciones. De manera similar, López busca desacreditar las informaciones sobre el escándalo de su suegro, intentando desviar la atención hacia otros temas.
La historia de la política española está llena de ejemplos en los que los líderes han intentado silenciar a la prensa o desacreditar a aquellos que informan sobre sus acciones. Esta dinámica no solo socava la confianza en las instituciones, sino que también perpetúa un ciclo de impunidad en el que los políticos pueden actuar sin temor a las repercusiones.
La reciente declaración de López, al igual que la de Cospedal, pone de manifiesto la falta de responsabilidad en la política española. En lugar de abordar las preocupaciones planteadas por los medios, los políticos optan por ignorarlas y, en algunos casos, atacar a quienes las plantean. Esta estrategia no solo es perjudicial para la democracia, sino que también alimenta la desconfianza del público hacia sus representantes.
La política española se encuentra en un momento crucial, y la forma en que los líderes aborden los escándalos y las acusaciones tendrá un impacto duradero en la percepción pública. La evasión y la manipulación de la información pueden ofrecer soluciones a corto plazo, pero a largo plazo, solo conducen a un mayor descontento y desconfianza entre los ciudadanos. La historia nos enseña que, en lugar de esconderse, los líderes deben enfrentar los problemas de frente y rendir cuentas por sus acciones. Solo así podrán restaurar la confianza en el sistema político y en las instituciones que lo sustentan.