El verano de 2025 ha sido devastador para varias regiones de España, donde los incendios forestales han arrasado miles de hectáreas y han cobrado la vida de valientes voluntarios y bomberos. Las provincias de Zamora y León han sido las más afectadas, pero Ourense y Cáceres también han sufrido las consecuencias de esta ola de fuego. Las altas temperaturas, que se han mantenido durante una ola de calor de 16 días, junto con los vientos fuertes y la abundancia de vegetación seca, han creado un entorno propicio para la propagación de las llamas. Sin embargo, los expertos advierten que hay factores más profundos que contribuyen a la vulnerabilidad de estas áreas al fuego.
La transformación del paisaje debido al abandono rural es uno de los principales factores que ha llevado a un aumento en la frecuencia y severidad de los incendios. Francisco Martín Azcárate, profesor del departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que la pérdida de prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales ha dejado grandes extensiones de terreno cubiertas de material inflamable. «Antes había un paisaje más vivo, con más actividad agrícola y ganadera, lo que ayudaba a limitar los incendios», explica Azcárate. La falta de gestión activa del territorio ha permitido que la vegetación se acumule, creando un caldo de cultivo ideal para los incendios.
Además, el envejecimiento demográfico y la falta de relevo generacional han llevado a una despoblación significativa en muchas de estas áreas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), seis de cada diez municipios en España han perdido población desde el año 2000, y en las provincias más afectadas por los incendios, esta cifra se eleva al 92%. Esta pérdida de población no solo afecta la economía local, sino que también reduce la capacidad de respuesta ante emergencias como los incendios forestales.
Otro factor que ha sido objeto de crítica es la política de forestación en continuo, que consiste en plantar árboles de manera densa y sin dejar espacios abiertos. Esta práctica puede dificultar la creación de barreras naturales que limiten la propagación del fuego. Azcárate sugiere que, en lugar de reforestar inmediatamente después de un incendio, sería más beneficioso crear un paisaje más heterogéneo que combine áreas arboladas y no arboladas. Esto no solo ayudaría a prevenir futuros incendios, sino que también podría fomentar la biodiversidad en la región.
La composición del suelo en el noroeste de España también juega un papel crucial en la inflamabilidad de la vegetación. Los suelos ácidos y poco fértiles favorecen el crecimiento de plantas más inflamables, mientras que la orografía del terreno, caracterizada por un relieve abrupto, dificulta el acceso de los equipos de extinción. Los vientos variables y fuertes pueden cambiar rápidamente la dirección del fuego, complicando aún más las labores de control.
A pesar de que la ola de calor ha terminado y las condiciones meteorológicas han mejorado, el riesgo de incendios sigue siendo alto. Según el Sistema de Información de Incendios Forestales de Copernicus, más de 391,000 hectáreas han ardido en España en lo que va del año, superando con creces las cifras del año anterior. Muchos vecinos aún se encuentran desalojados de sus hogares, sin saber en qué estado regresarán.
El presidente del Gobierno ha anunciado medidas para declarar zonas afectadas por una emergencia de protección civil, lo que permitirá a las comunidades acceder a ayudas gubernamentales para la reconstrucción. Sin embargo, la oposición ha criticado estas iniciativas, calificándolas de insuficientes y de ser una «cortina de humo» para desviar la atención de problemas más profundos.
La situación actual plantea la necesidad urgente de un enfoque más integral en la gestión del territorio y la prevención de incendios. La creación de un «gran pacto» de Estado para la mitigación y adaptación a la emergencia climática ha sido propuesta, pero su aceptación y ejecución aún están en el aire. La combinación de factores climáticos, sociales y de gestión del territorio requiere una respuesta coordinada y efectiva para evitar que los incendios forestales se conviertan en una tragedia recurrente en España.