En la actualidad, el sueño se ha convertido en un lujo para muchos argentinos. Según un estudio reciente, el 50% de la población enfrenta dificultades para dormir, un fenómeno que afecta especialmente a mujeres, adultos mayores y personas de bajos ingresos. Esta situación no es exclusiva de Argentina, ya que a nivel global, la calidad del sueño ha disminuido en los últimos años, lo que plantea serias preocupaciones sobre la salud pública. La falta de descanso no solo impacta el estado de ánimo, sino que también puede tener consecuencias graves para la salud física y mental.
La Asociación Argentina de Medicina del Sueño (AMSUE) ha documentado que el estrés cotidiano y la inseguridad son factores determinantes en la incapacidad de las personas para conciliar el sueño. El médico neumonólogo Facundo Nogueira, jefe del Laboratorio del Sueño en el Hospital de Clínicas, explica que el estrés provoca una hiperestimulación del cuerpo y la mente, lo que dificulta el proceso de relajación necesario para dormir. «Cuando uno se va a dormir, necesita que el organismo baje las revoluciones, pero el estrés impide que eso ocurra», afirma Nogueira.
El impacto del estrés en el sueño es particularmente notable en mujeres y adultos mayores. Las mujeres, aunque duermen en promedio 28 minutos más que los hombres, reportan mayores dificultades para conciliar el sueño, especialmente en contextos adversos. Por otro lado, los adultos mayores enfrentan una disminución en la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, lo que hace que su descanso sea más frágil y fragmentado. A partir de los 70 años, se estima que la producción de melatonina se reduce al 10% de lo que era en la adolescencia, lo que complica aún más la calidad del sueño.
La inseguridad también juega un papel crucial en la calidad del sueño. Un estudio revela que el 55% de los argentinos siente que su localidad es más insegura que hace un año, y el miedo a ser víctima de un delito puede generar un estado de alerta constante que interfiere con la capacidad de relajarse y descansar. Carlos Beltrán Rubinos, director de Operaciones de Verisure Argentina, señala que «la inseguridad genera una carga emocional constante que se traslada al ámbito más íntimo como es el descanso». Esta sensación de vulnerabilidad puede llevar a las personas a experimentar insomnio, ya que el miedo y la ansiedad se convierten en obstáculos para un sueño reparador.
Los expertos coinciden en que la falta de sueño no solo afecta la salud física, sino que también tiene un impacto significativo en la salud mental y en la calidad de vida. La alteración del sueño puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer y otros problemas de salud. Además, la falta de descanso puede afectar la capacidad de tomar decisiones, la calidad de las relaciones sociales y la capacidad de procesar la información acumulada durante el día.
Para abordar esta crisis del sueño, los especialistas sugieren adoptar hábitos saludables que promuevan un mejor descanso. El médico clínico Ramiro Heredia enfatiza la importancia de darle al sueño la relevancia que merece, destacando que un buen descanso nocturno es uno de los ocho hábitos esenciales para una vida saludable. Entre las recomendaciones se incluyen realizar actividad física durante el día, evitar el consumo de alcohol y cafeína por la noche, y crear un ambiente propicio para dormir, que sea oscuro, silencioso y fresco.
Además, es fundamental que las políticas públicas aborden las causas estructurales que contribuyen a la crisis del sueño. Mejorar las condiciones habitacionales, reducir el estrés crónico y aumentar la sensación de seguridad son pasos necesarios para garantizar que todos tengan acceso a un sueño reparador. La calidad del sueño no debe ser vista como un lujo, sino como un derecho fundamental que impacta directamente en la calidad de vida de las personas.
En un mundo que parece no detenerse, donde el estrés y la inseguridad son constantes, recuperar el sueño se convierte en un desafío colectivo. La salud pública debe reconocer el descanso como un componente esencial del bienestar general. La revolución del sueño podría ser la clave para mejorar la calidad de vida de millones de personas, y es hora de que se tomen medidas efectivas para abordar esta problemática de manera integral.