El fútbol español es conocido no solo por su calidad de juego, sino también por sus tradiciones únicas. Una de las más peculiares es la forma en que se refieren a los árbitros, utilizando sus dos apellidos en lugar de solo el primero. Esta costumbre, que ha perdurado durante más de cinco décadas, está a punto de cambiar con la llegada de la temporada 2025/26, cuando se volverá a utilizar el nombre y el primer apellido de los colegiados. Este artículo explora el origen de esta tradición, su evolución y el impacto que tendrá el cambio en la percepción de los árbitros.
La historia detrás de los apellidos arbitrales
La práctica de referirse a los árbitros por sus dos apellidos se remonta a finales de los años 60, en un contexto político tenso durante la dictadura de Francisco Franco. El árbitro murciano Ángel Franco Martínez se convirtió en el centro de atención mediática cuando comenzó a destacar en la Segunda División y luego en la Primera. La prensa, en un intento de criticar al régimen, utilizaba su apellido en titulares como «Franco se cargó el partido». Esto no pasó desapercibido para el gobierno, que decidió implementar la norma de usar dos apellidos para los árbitros, con el fin de evitar cualquier posible crítica política.
Este cambio no solo fue una medida de censura, sino que también tuvo un impacto significativo en la identidad del arbitraje en España. A lo largo de los años, árbitros como Iturralde González, Díaz Vega y Undiano Mallenco han sido reconocidos por sus dos apellidos, creando una distinción que los separa de jugadores y entrenadores, quienes son comúnmente referidos solo por su primer apellido o apodo. Esta separación ha contribuido a la percepción de los árbitros como figuras de autoridad y neutralidad en el campo de juego.
Un episodio oscuro en la historia del arbitraje
El caso de Ángel Franco no solo está marcado por su contribución al arbitraje, sino también por un episodio aterrador relacionado con la banda terrorista ETA. En un momento en que la violencia política era común, los terroristas planearon un atentado contra él, aprovechando un derbi vasco entre la Real Sociedad y el Athletic Club. La consigna era clara: «Primero mataremos a este Franco y luego al de Madrid». Afortunadamente, las autoridades recibieron información sobre el plan y lograron prevenir la tragedia. Franco fue convocado a una reunión donde se le informó sobre el peligro inminente, lo que le permitió eludir el partido y salvar su vida.
El cambio hacia una nueva era
Con la llegada de la temporada 2025/26, el fútbol español se prepara para un cambio significativo en la forma en que se identifican a los árbitros. La decisión de volver al uso del nombre y el primer apellido podría interpretarse como un intento de modernización y alineación con las prácticas internacionales, donde el uso de dos apellidos no es común. Este cambio también podría humanizar la figura del árbitro, acercándola más a los aficionados y recordando que detrás del silbato hay personas con vidas y emociones.
Para los aficionados, este cambio requerirá un periodo de adaptación. Después de años de familiarizarse con nombres como Mateu Lahoz o Gil Manzano, ahora tendrán que acostumbrarse a referirse a ellos como Antonio Mateu o Jesús Gil. Este ajuste no solo afectará a los seguidores, sino también a los medios de comunicación, que deberán modificar su forma de informar sobre los árbitros.
La percepción de los árbitros en el fútbol
Aunque muchos árbitros aún no se han pronunciado oficialmente sobre este cambio, se especula que la mayoría lo ve con buenos ojos. La identificación por dos apellidos ha sido a menudo considerada como una forma de despersonalización, lo que puede aumentar la presión mediática que enfrentan. El uso del nombre propio podría ayudar a recordar que los árbitros son personas, lo que podría reducir la hostilidad hacia sus decisiones.
Expertos en comunicación deportiva sugieren que este cambio podría influir en la percepción pública de los árbitros. Al utilizar el nombre propio, se puede generar una conexión más personal y empática, lo que podría contribuir a disminuir la crítica hacia las decisiones arbitrales en un deporte donde la figura del colegiado está constantemente bajo el escrutinio de los aficionados y los medios.
Un legado que perdura
Es irónico que una tradición que surgió de la censura y el control informativo de la dictadura franquista haya perdurado hasta el presente. Este fenómeno demuestra cómo ciertas prácticas culturales pueden sobrevivir a sus contextos originales y convertirse en tradiciones que, con el tiempo, pierden su significado inicial. El uso de dos apellidos para los árbitros es un claro ejemplo de cómo el lenguaje y las formas de denominar están profundamente influenciados por contextos históricos y políticos.
Lo que comenzó como una medida para evitar críticas al régimen franquista se ha convertido en una característica distintiva del fútbol español, que ha perdurado durante generaciones, mucho después de que su origen se haya olvidado. A medida que el fútbol español avanza hacia una nueva era, será interesante observar cómo este cambio impacta en la relación entre árbitros, jugadores y aficionados, y cómo se redefine la identidad del arbitraje en el país.